VATICANO, 12 May. 16 / 11:20 am (ACI/Vatican Insider).- El Papa Francisco ha afirmado que puede retomar el estudio sobre el diaconado femenino en la iglesia primitiva. Habló del tema durante la audiencia con la Unión Internacional de Superioras generales (UISG) en el Vaticano. El tema no es nuevo y ha sido propuesto una vez más en tiempos recientes.
Juan Pablo II respondió en 1994 a la apertura anglicana con la carta “Ordinatio sacerdotalis” y negó categóricamente la posibilidad del sacerdocio femenino en la Iglesia Católica. Fue el Cardenal Carlo Maria Martini quien habló de la posibilidad de estudiar la instrucción del diaconado para las mujeres, que no menciona en el documento papal.
El entonces Arzobispo de Milán dijo: “En la historia de la Iglesia han existido las diaconisas, por lo que podemos pensar en esta posibilidad”. Algunos historiadores de la Iglesia antigua subrayaron que las mujeres entonces eran admitidas en un particular servicio diaconal de la caridad que se diferencia del diaconado actual, entendido como el primer grado del sacerdocio.
¿Qué dijo el Papa hoy sobre las diaconisas?
Durante el encuentro de hoy, en el que se intercambiaron preguntas y respuestas, le preguntaron al Papa por qué la Iglesia excluye a las mujeres de servir como diáconos. Las religiosas explicaron al Pontífice que las mujeres servían como diaconisas en la Iglesia primitiva y le preguntaron: “¿Por qué no constituir una comisión oficial que pueda estudiar la cuestión?”. El Pontífice respondió que ya había hablado una vez hace algunos años sobre ese tema “con un profesor bueno y sabio”, que había estudiado el papel de las diaconisas en los primeros siglos de la Iglesia. Francisco había explicado que no era todavía claro qué papel tuvieron tales diaconisas. “¿Qué eran estos diaconados femeninos?”, recordó el Papa haber preguntado al profesor. “¿Tenían ordenación o no?”. “Era un poco oscuro”, dijo. “¿Cuál era el papel de la diaconisa en aquel tiempo?”, “¿Constituir una comisión oficial que pueda estudiar la cuestión?”, preguntó el Papa en voz alta. “Creo que sí. Sería por el bien de la Iglesia clarificar este punto. Estoy de acuerdo. Hablaré para hacer algo por el estilo”. “Acepto”, dijo el Papa luego. “Me parece útil tener una comisión que lo aclare bien”.
Según una tradición antiquísima, el diaconado venía dirigido “no al sacerdocio, sino al ministerio”. Existen algunos testimonios de la historia sobre la presencia de las diaconisas, tanto en la Iglesia occidental como en la oriental. Los testimonios se refieren también a ritos litúrgicos de ordenación. El punto que se debería profundizar es qué tipo de figura ministerial eran, cuáles eran las funciones que desarrollaban en la comunidad. La posición del magisterio considera el diaconado como el primer grado del ministerio de la ordenación sacerdotal y lo reserva sólo a los hombres así como los dos grados sucesivos, el presbiterado y el episcopado.
Al estar de acuerdo en instituir una comisión de estudio sobre el diaconado femenino en la Iglesia primitiva, Francisco quiere verificar y ver cómo actualizar aquella forma de servicio, sabiendo que las diaconisas permanentes pueden representar “una posibilidad para el hoy”. En los inicios del cristianismo existía una diaconía femenina (de la que habla San Pablo) y se ha documentado que en el siglo III en Siria existían las diaconisas que ayudaban al sacerdote en el bautizo de las mujeres. Un papel que se recoge en las Constituciones apostólicas del siglo IV, que hablan de un tipo de rito de consagración, distinto sin embargo de la diaconía masculina.
Algunas formas de servicio de diaconía femenina se institucionalizaron hace cierto tiempo, por ejemplo en la diócesis de Padua (Italia) por iniciativa del entonces obispo Antonio Mattiazzo. Se trata de mujeres que, a pesar de no vestir hábito religioso, emitieron votos de obediencia, pobreza y castidad. Se consagraron como “colaboradoras apostólicas diocesanas”.
El papel y labores de esta nueva forma de servicio se explicaron en su tiempo en la diócesis: “Es una forma de diaconía femenina inspirada en el Evangelio. Las colaboradoras apostólicas asumen la diaconía apostólica como proyecto de vida acogido, probado y orientado por parte del Obispo”. Entre las labores a las que están llamadas están el anuncio de la Palabra, la educación en la fe, las obras de caridad al servicio de los pobres, la distribución de la comunión, la animación de la liturgia o la gestión de las estructuras como escuelas e institutos.
El Papa Francisco ha hablado más de una vez sobre la necesidad para la Iglesia Católica de valorizar el papel de la mujer, pero siempre ha evitado presentar esta valorización como una forma de “clericalización” de las mujeres. “Es algo que no sé de dónde ha salido –dijo en diciembre de 2013, en la entrevista con La Stampa a propósito de unas declaraciones sobre mujeres cardenales- Las mujeres en la Iglesia deben estar valorizadas, no ‘clericalizadas’. Quien piensa en mujeres cardenales sufre un poco de clericalismo”.
En septiembre de 2001, el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, junto con los cardenales Medina Estévez, (Prefecto del Culto divino) y Castrillón Hoyos (prefecto para el Clero) firmaron una breve carta, aprobada por el Papa Wojtyla, en la que se afirmaba que “no es lícito poner en acto iniciativas que en cualquier modo pretendan preparar candidatas al orden sacerdotal”. El texto se refería al orden diaconal como sacramento y primer grado del sacerdocio.
Nuevos estudios sobre el diaconado femenino en la iglesia de los primeros siglos, su papel y deberes confrontados con el diaconado masculino, podrían abrir nuevas posibilidades y nuevas formas de servicio consagrado más allá de las órdenes religiosas femeninas ya existentes.
“La Iglesia necesita que las mujeres entren en el proceso de toma de decisiones. También que puedan guiar un departamento en el Vaticano”, ha afirmado el Papa Francisco respondiendo, a seis preguntas que le hicieron durante el encuentro con 900 religiosas de todo el mundo.
En el Aula Nervi, explicó que “la Iglesia debe incluir a las consagradas y laicas en la consulta, pero también en las decisiones, porque se necesita su punto de vista. Y este papel creciente de las mujeres en la Iglesia no es feminismo, sino corresponsabilidad y un derecho de todos los bautizados: hombres y mujeres”. El Papa también subrayó que “muchas mujeres consagradas son ‘mujercitas’ más que personas involucradas en el ministerio del servicio. La vida consagrada –añadió- es un camino de pobreza, no un suicidio”.
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